Breathing Mountains

Hace cinco años, Antoinette Nausikaä decidió que quería observar montañas. En medio de su frenética vida urbana desarrolló una necesidad de quietud y soledad, y estaba convencida de que las montañas eran el lugar al que debía ir.

Sin embargo, pronto descubrió que el silencio y la soledad “puros” no se encontraban en ningún lugar. Buscando el espíritu atemporal de las montañas, encontró rastros fugaces de la existencia humana por todas partes.

Vivió y trabajó en y alrededor de ocho montañas antiguas en Europa y Asia, cada una de ellas un ícono sagrado y un destino de peregrinación. Viajó al Monte Fuji (JP), al Olimpo (GR), al Ararat (TR) y a las cinco montañas más sagradas de China, las W?yuè. Las observó, las escaló, fotografió, hizo dibujos y cavó en la tierra para obtener arcilla y hacer pequeñas esculturas.

Y así, casi casualmente, su búsqueda se convirtió en una investigación y presentación de uno de los temas filosóficos más apremiantes de este momento: el Antropoceno. El Antropoceno, según la interpretación de muchos filósofos contemporáneos autorizados, trata sobre la idea de que el hombre y la naturaleza están fundamentalmente separados. Una idea que es un producto típico del Romanticismo del siglo XIX, pero que ahora se considera obsoleta. Después de todo, nuestra presencia humana es omnipresente, visible incluso en las capas geográficas de la Tierra.