Citizen

Mårten Lange vivió intermitentemente en Londres durante 4 años. Justo antes de irse, comenzó a fotografiar a las aves que lo rodeaban. En ciudades como Londres, las palomas ferales predominan. Sus ojos redondos, que Patrick Süskind comparó con una cámara en su libro, The Pigeon, te apuntan mecánicamente. Con la tecnología suficiente, podrían convertirse en herramientas de vigilancia ineludibles, evocando la sensación del búho mascota que poseía Eldon Tyrell en la película distópica Blade Runner.

Irónicamente, se presume que las aves son libres por esencia. Debido a su capacidad de volar, supuestamente no conocen límites ni fronteras. Sin embargo, aunque un aleteo podría llevarlas a cualquier lugar, las palomas parecen estar arraigadas en las ciudades: pegadas a los cables eléctricos o a los balcones de los edificios. Muy diferentes de un ave migratoria; están atrapadas en su ecosistema de concreto. Parecen haber estado siempre aquí, en masa, como centinelas emplumados de algo sagrado que solo ellas perciben. A menudo inmóviles, vigilan la ciudad como el coloso que una vez protegió Rodas.

Transmitiendo una melancolía bucólica, su aparente tristeza refleja la monotonía asociada con los paisajes urbanos. Las palomas a menudo parecen maltratadas, sucias, hambrientas y lisiadas. Contra todo pronóstico, se quedan, alimentándose de lo que los humanos dejan atrás. Su naturaleza salvaje es urbana, y en su lucha por sobrevivir, comparten las dificultades diarias de los habitantes de las ciudades. De manera similar, las palomas superaron su prueba de fuego y reclamaron su territorio, lo que Lange siente que es lo que realmente las define como ciudadanas.
Tomadas a corta distancia en blanco y negro, los retratos de palomas de Lange son casi clínicos. Es como si estas aves tuvieran que renovar sus pasaportes y necesitaran una foto. Sin embargo, como verdaderos ciudadanos, probablemente nunca lo usarán.