El ruido blanco se escapa del tercer piso de un edificio opulento ubicado en el distrito de Eaux-Vives. En un apartamento, convertido en laboratorio, zumba un montón de máquinas complicadas enlazadas por un enredo de cables eléctricos multicolores. En medio de todo este desorden, envuelto en láminas transparentes de plástico, una nueva experiencia tendrá lugar en unos momentos. De hecho, por primera vez en la historia, un equipo de investigadores podrá decodificar con precisión el proceso creativo de un artista. Sumergido en un coma artificial, el pintor ginebrino Josse Bailly lleva una especie de casco de motocicleta, del cual brotan cables coloridos. Al final de la prueba, la abundante práctica pictórica de Bailly ya no tendrá secretos para los científicos presentes. El mecanismo de su frenesí artístico, esa verdadera furia por pintar, será traducido de manera inteligible y lógica. De repente, se escucha un sonido crepitante. Con los ojos en blanco, Bailly se sienta de golpe en la camilla de masaje transformada en silla eléctrica. Espumando por la boca, canta una serie de nombres de viejos grupos de rock de los años 70. Chispas salen de las fosas nasales ennegrecidas del artista. Su cabeza parece que va a explotar en cualquier momento. Las pantallas se iluminan en el humo. Las palabras se desplazan continuamente en los monitores: “The beanbag chair”, “Harvard beets”, “I love wiener dog”. Los pellets estallan, poniendo fin a la extraña escena que recuerda más a una ejecución planeada que a un estudio científico. Una expresión de perplejidad se congela en los rostros atónitos del equipo de investigadores. En un silencio pesado donde hay olor a quemado, un joven asistente se atreve a deslizar con voz confusa: “Creo que le gusta ilustrar perros salchicha porque los encuentra lindos y es genial dibujarlos.” Renaud Loda
Publicado por Nieves.