Vesuv, Venus

Desde la Edad de la Ilustración, nuestra comprensión de la naturaleza en el mundo occidental ha experimentado una transformación profunda, y ningún otro medio lo captura tan bien como el jardín paisajístico inglés. En Vesuv, Venus, Saskia Groneberg examina más de cerca uno de los monumentos de jardín más significativos de Europa, el Parque Wörlitzer. Ella emprende un viaje fotográfico en busca del sueño milenario de un paraíso en la Tierra, la coexistencia armoniosa entre la humanidad y la naturaleza. En finas gradaciones de gris, juega con los espacios contradictorios pero oníricos de esta naturaleza art(ificial), oscilando entre utopía y realidad. En este viaje por el parque, el espacio y el tiempo se vuelven indistinguibles. El invierno sigue a la primavera, el detalle sigue a la secuencia, el sueño conduce a la deconstrucción. Una réplica del Monte Vesubio hecha de enormes bloques de piedra y la escultura de una Venus de Médici simbolizan y deconstruyen simultáneamente los antípodas de lo masculino y lo femenino, lo terrenal y lo divino, la oscuridad y la luz. Motivos míticos como el cisne y la hoja de higuera se rozan con turistas mundanos. Estos últimos se sientan en góndolas en el lago, se apresuran hacia arquitecturas históricas – con mapas desplegables y bastones de caminar en mano – o siguen senderos serpenteantes de un mirador a otro. A lo largo del camino, las plantas, los edificios, los canales, incluso la fauna se revelan como parte de un escenario onírico en el que los visitantes se mueven como figuras en un tableau vivant. Son observadores y al mismo tiempo protagonistas de una obra interminable.